Las aulas con mejores condiciones han sido, sin duda, las de la universidad. Aun recuerdo el primer año cuando le decía a mis padres… ¡hay un ordenador, una pantalla y un proyector en cada aula! ¡A mí me parecía la bomba! Sin embargo, eso no quiere decir que hayan sido las aulas más cómodas. Yo siempre intento colocarme en una esquina, porque como te entren ganas de visitar al señor Roca tienes que hacer levantar a media clase, con el correspondiente ruido infernal de las sillas al levantarte. Otro inconveniente es el aire condicionado: o te mueres de calor o te mueres de frío. Justamente ayer me estaba quejando incansablemente de eso. Resulta que ayer vine de Vinaròs con el tren. Dormí un rato y la verdad es que cogí una mala postura. Pero se me pasó enseguida el dolor. Pero luego llegó la clase de variació lingüística. Cuando ya estaba sentada miré para arriba y… noooooooooooooooo! Me había sentado justamente debajo del chorro de aire condicionado. Me empecé a poner nerviosa. Me entró esa duda de… ¿me cambio de sitio? Jo! Pero es que si encima de que he llegado tarde tengo que hacer levantar a mis compañeros por no fijarme dónde me siento… Total, que allí me quedé, congelada. Acabé con un dolor de espalda y una mala leche… Suerte que el otro día fui al Mercadona y descubrí el alcohol gel, que mola mogollón. Va super bien para los masajes. Tenéis que probarlo!
Para esto de la importancia de la relación con los compañeros de la clase tengo un ejemplo clarísimo. El verano pasado estuve en Escocia haciendo un curso de inglés de esos intensivos. Íbamos de 9 a 13. Las dos primeras horas hacíamos gramática, vocabulario, expresión escrita… y luego, hasta las 13, con otra profesora, hacíamos comprensión y expresión oral. Pues bien, hacíamos ejercicios del tipo: poneros por parejas y contaros vuestra experiencia sobre X. Yo siempre he sido malísima en eso, y me parecía absurdo y aburridísimo. Pero en ese curso me hice muy amiga de una chica polaca, que justamente se sentaba a mi lado en las clases. Y nos encantaba ese ejercicio, porque no teníamos ningún tipo de reparo para hablarnos en inglés, nos reíamos mucho y aprovechábamos para conocernos mejor. Creo que es sumamente importante la relación con los compañeros.
¿Qué decir sobre los cursos intensivos? Yo creo que si los haces en un país donde hablan la lengua que estudias sí que funcionan. Sobre todo porque al salir de clase ya puedes empezar a poner en práctica los contenidos que has dado por la mañana. Por ejemplo, cuando estuve en Escocia, me acuerdo que el college estaba en las afueras y tenías 20 minutos hasta llegar a la ciudad. A medio día bajábamos a pata y de camino había un outlet en el que entrábamos a menudo. Un día en clase aprendimos cómo se decía ganga en inglés y cuando fuimos al outlet estuvimos todo el tiempo con la tontería: It’s a bargain! It’s a bargain!
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